Héroes del 56, a 61 años de la siembra
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| Héroes del 56, fotografía recuperada de Barricada |
En
Nicaragua el 18 de mayo representa una fecha en la que se funden el principio y
el fin. Por un lado, el natalicio del General Sandino en La Victoria, hoy
Niquinohomo, y, por otro, el asesinato de los héroes del 56, en la Cárcel de La
Aviación por la Guardia Nacional. Es de este acontecimiento que nos ocuparemos
en las siguientes líneas, como un deber histórico al que asistimos, honrando a
los patriotas que con sus valiosísimas vidas han escrito heroicamente las
paginas gloriosas de la liberación de Nicaragua, alcanzada el 19 de julio de
1979.
En
principio, este texto no es un análisis histórico profundo de los hechos
ocurridos el 21 de septiembre de 1956 y el 18 de mayo de 1960, sino un estudio
sucinto que pretende resaltar los hitos históricos de estas fechas y a sus
protagonistas, como una forma de mantener y recordar su legado en los corazones
de los lectores que amamos nuestra patria.
El
texto está dividido en tres partes: el primer apartado, “21 de septiembre de
1956, el principio del fin” en el que se explica brevemente la conspiración
contra el dictador y asesino del General Sandino, Anastasio Somoza García, se
destaca la inmolación del poeta Rigoberto López Pérez para dar paso al
principio del fin de la dictadura de Somoza, como resultado del movimiento
dialectico de la sociedad, en el que Rigoberto y sus compañeros representaban
los ideales colectivos de la ansiada redención del pueblo nicaragüense.
El
segundo apartado, “18 de mayo de 2021, a 61 años de
la siembra” estriba fundamentalmente sobre el núcleo de patriotas que
participaron junto al poeta Rigoberto López Pérez en el ajusticiamiento al
tirano, ellos son Edwin Castro Rodríguez, Cornelio Silva, y Ausberto Narváez,
quienes padecieron largos años de prisión aplicándoles todos los tenebrosos
métodos de torturas imaginables de los Somoza: el pozo, la jaula de los leones,
el chuzo eléctrico en los testículos, simulacros de fusilamiento, para
aplicarles finalmente la famosa Ley de Fuga, asesinándolos el 18 de mayo de
1960.
Finalmente,
el tercer apartado, “Mañana, hijo mío, todo será distinto”, poema que
escribiera el poeta Edwin Castro Rodríguez, desde la Cárcel la Aviación, el
primero de diciembre de 1958, dedicado a su hijo, el compañero diputado de la
Bancada Sandinista ante la Asamblea Nacional Edwin Castro. Se hace un análisis
de la capacidad de vivir interiormente su mañana a través de su poesía,
anhelante de una patria nueva para él, los suyos y la de todos nosotros, patria
como esta que hoy tenemos.
21
de septiembre de 1956, el principio del fin
En
el año 1956 Somoza García cumplía veinte años de haber depuesto a través de un
golpe de estado militar, al presidente Juan Bautista Sacasa, y en septiembre
celebraba su reelección por otro periodo más, pero no solo eso, era el
veintidós aniversario del asesinato de Sandino, hecho que Somoza mismo asumió
como autor directo en una fiesta en la ciudad de Granada, así lo refiere
Gregorio Selser como se cita en
La
única forma de terminar con los horribles crímenes que se producían, eran
liquidar al general Sandino y los sandinistas. Yo, jefe de esa Guardia, logré
segar las cabezas de todos los implicados en esos actos de bandidaje. Fui
llamado en cierto momento, para liquidar una situación, lo hice y no rehúyo
responsabilidades. (pp. 84-85).
Como
no rehuyó responsabilidades, 21 de septiembre de 1956, un hijo de Sandino lo
ajustició en el Club de Obreros de León, era el rumor que corría en la ciudad “dicen que es un hijo de Sandino, un hombre
achinado” (Blandón, 2010: p. 326). Rigoberto en
su acto vengó a la patria traicionada desde 1909, vengó a Zeledón, a Sandino, a
los cientos de sandinistas asesinados en las Segovias, a Pedro Altamirano, a Uriel Sotomayor, a Báez Bone, Pablo Leal y
otros tantos patriotas asesinados. Su brazo certero surgió en el momento
histórico que se le necesitava.
Si analizamos la accion revolucionaria de Rigoberto López
Pérez y la de sus compañeros dentro de la dinamica sociopolitica del momento,
concluiremos que ellos repondiaron al clamor popular que ya estaban convencidos
de la necesidad de eliminar fisicamente al dictador. La consigna la habia dado
Adolfo Baez Bone en la accion del 4 de abril de 1954, cuando expresó: “hay que
matar a Somoza” y montó la emboscada, en la que la mayoria de los implicados
perdieron sus vidas. Este fue el antecedente inmedianto a la accion del 21 de
septiembre de 1956.
En uno de los tantos encuentros entre Rigoberto López Pérez y
el ex guardia Capitan Adolfo Alfaro,
-
Capitan
Alfaro tenga confianza. Yo soy el hombre que ustedes buscan. (p. 137).
Y en su carta testamento Rigoberto expresa: “Y en vista de
que todos los esfuerzos han sido inutiles he decidido…”
Su decision demuestra que Rigoberto no solo era hombre de
ideas, sino un hombre de accion. Todo el año 1956 pasó planificando el momento
presiso para el encuentro con la deuda historica que Somoza tenia con
Nicaragua, para intercambiar su vida con la del dictador. Y asi vemos que desde
enero el poeta Edwin Castro Rodriguez y Ausberto Narvaez empieza a recaudar
fondos para la logistica de la accion revolucionaria de Rigoberto, establecen
contacto con los exiliados en El Salvador y Rigoberto se contacta con Cornelio
Silva de la Liberta quien ademas, era un legionario del Caribe y tenia una
basta experiencia militar, trataron de sincronixar las acciones entre los
cuatro y demas coloaboradores tanto dentro como fuera del pais.
El plan consistia en que despues del ajusticiamiento del
tirano, sobrebendria un complot militar para arrebatarles el poder a los
Somoza, Rigoberto se asegura del éxito global del movimiento. El complot
militar sucedió en enero de 1957, en el que las Fuerzas Armadas Nicaraguenses
(FAN) se revelan contra los Somoza, encabezados por los Capitanes Victor Manuel
Rivas Gomez y Napoleón Ubilla Baca. Asi como los oficiales Alí Salomón y Carlos
Ulloa, quien es heroe nacional de Cuba.
En el mes de julio del año 1956, Rigoberto viaja a Costa Rica
y Panamá para ajuticiar a Somoza en una reunion de alto nivel en esas
Républicas, pero no logra su cometido. Los planes no se detienen, y los poetas
Rigoberto López Pérez y Edwin Castro practican en dos ocasiones tiro al blanco
a principio del mes de septiembre.
El 20 de septiembre al enterarse Rigoberto de que Somoza
estaría en León determinó
“Escribió con sangre su último poema en la Casa del Obrero,
en León. Se entrenó por meses cuidadosamente para realizar la misión. El poema
que presentamos, al pie del grabado cristaliza su pensamiento realizado
fielmente”. (p. 100). El poema al que el Dr. Guido hace referencia es el
siguiente:
Las flores de mis días
Siempre estarán marchitas
Si la sangre del tirano
Está en sus venas.
El dia 21 de septiembre, Rigoberto se encuentra en León y con
la última persona con quien conversó fue con Armando Zelaya Castro, periodista
leones, jefe de redaccion del dirio El Centroamericano. En 1985 Chuno Blandón
le ralizó una entrevista sobre su relacion con Rigoberto, cito textualmete
alguna de sus partes:
Catedral de León. Es de mañan y hace calor intenso.
Rigoberto y Armando miran entrar la carabana del dictador.
-
Hoy
mataré a Somoza. Lo dice con gran sencillez, carente de dramatismo. Eso sí, con
mucha seriedad.
Parque Central de León. Armando y Rigoberto coversan. Son las
siete de la noche. El Club Social de León está de fiesta. La aristocracia
leonesa rinde pleitesia al dictador.
-
Ya se va
el hombre. ¡Sigámoslo!
Todavia Rigoberto no anda armado, Edwin Castro le da la
pistola a las 8:30 de la noche, en la iglesia de San Francisco.
Casa del Obrero. 9. 00 P.M. Han caminado a pie desde la
Catedral hasta la meta de Rigoberto.
-
Entramos,
ya compré las dos entradas para vos y para mí.
-
No,
poeta. Ha sido un dia dificil con lo de la convencion, mejor me voy a mi casa.
-
Entonces
guardeme el pasaporte.
Y despues se despiden. La recidencia de Zelaya queda a cuadra
y media de distancia.
Primero se oia la música. ¡De pronto, los disparos! Luego una
gran valacera. (pp. 323-329).
Con su revolver 38 se lanza al suelo y dispara cinco veces
contra el dictador apuntando por debajo del chaleco antibala, y 150 balas
acribillaron el cuerpo del poeta. Consumó su accion, el dictador muere ocho
dias despues en Panamá, tiempo en el que Luis Somoza Debayle sustituye a su
padre en el Poder y, Tacho Somoza Debayle ocupa la direccion de la GN.
Lo que sigue es una oleada de persecucion a quienes
posiblemente hayan o no participado en el atentado contra Somoza. Las carceles
se llenan de presos politicos y la GN empieza a aplicar su terribles metodos de
tortura.
El materialismo histórico de lucha de clases empuja a la
sociedad nicaraguense al principio del fin y aunque la dictadura se convirtió
en dinastía, se apresura el cambio de régimen, lo que da salida para que el
pueblo se organizara alredor del FSLN, cinco años despues en 1961.
18 de mayo de 2021, a 61 años de la siembra
Los
días que siguieron al ajusticiamiento de Somoza García, provocaron una
represión sin precedentes, cientos y cientos de compañeros antisomocistas especialmente
de León donde se había ejecutado el histórico atentado, fueron capturados y
torturados en las cárceles de los Somoza, entre ellos: Edwin Castro Rodríguez, principal
colaborador de Rigoberto López Pérez; Ausberto Narváez amigo íntimo de Edwin;
Cornelio Silva y Juan Calderón Rueda quienes conformaban el principal núcleo
conspirativo y muchos otros como Carlos Fonseca Amador, Tomás Borge Martínez,
el doctor Emilio Borge, Alonso Castellón, Hernán Arguello, Benjamín Robelo, el
doctor Ulises Terán, Herminio Larios, Armando Zelaya y muchos más.
Edwin
Castro Rodríguez y Rigoberto López Pérez, ambos poetas e intelectuales del
pueblo, encontraron vínculos de sobra para poner en marcha el plan del
ajusticiamiento al dictador. Edwin fue el amigo más cercano de Rigoberto, al
grado que
Después
del atentado, Edwin no intenta asilarse en alguna embajada, ni se exilia, a
pesar de que aun la GN no lo buscaba, es capturado el 12 de octubre de 1957,
tres semanas después y es llevado a la Cárcel de la Aviación. Ahí sufrió
terribles torturas. El doctor Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, quien compartió
seis meses de cárcel con los mártires de la Aviación, narra una terrible escena
en la que denota su respeto y admiración por Edwin en su libro Estirpe
Sangrienta, citada por
Por
la puerta entró un hombre alto, fuerte, de pelo canoso, y con dos brillantes
estrellas de Mayor del Ejército, sobre una chaqueta limpia y bien planchada;
detrás de él, otro vestido de kaki y camisa blanca. Caminaron por una de las
orillas de la sala mirando a los presos con ojos vidriosos y ausentes; se
deslizaron, por así decirlo, rozando las paredes cadenciosamente, con el
semblante pálido del que busca un encuentro.
Los
escoltas se mantuvieron inmóviles y, mientras los murmullos de las pláticas se
cortaban, sonaron los pasos de los dos hombres acercándose a centro de la sala.
De pronto, el primero de ellos hizo un movimiento brusco de la mano hacia el
tahalí reluciente de su pistola y, al mismo tiempo que accionaba el arma para
montarla, produciendo un chasquido metálico y mortal en toda la sala, gritó:
-
¡Te mato…! ¡ahora sí te
mato!
Pero
nadie se movió. Las facciones suaves de un muchacho que estaba frente a él y a
quien iba dirigida la determinante amenaza, no dejaron entrever un solo signo
de temor. Incorporó la cabeza poco a poco, levantó los ojos con la tranquilidad
de quien espera la muerte desde hace tiempo y miró al militar como distraído.
El
Mayor del Ejército se llamaba Luis Ocón. El muchacho que estaba frente a él,
sentado en una sala de justicia que bien pudo servirle de original patíbulo,
era Edwin Castro Rodríguez. El militar estaba ebrio y el muchacho tenia varios
meses de privaciones y sufrimientos: uno era alto, blanco, entrecano y había
servido muchos años de ayudante personal a Somoza; el otro era bajo, recio y,
desde su más remota infancia, había sentido en su familia, la persecución de la
dictadura.
El
Mayor levantó el arma y apuntó recto. El silencio en que estaba la sala se hizo
mas profundo y, mientras todos decían alguna callada oración, la voz de un
hombre sentado junto al muchacho murmuró:
-
Pero Mayor ¿Qué le pasa…?
Entonces
el militar, como volviendo en sí, por un instante, con la mirada extraviada por
el alcohol y la mano en que sostenía la automática tambaleante dijo:
-
No doctor, si no es con
usted, doctor…
Y
alejando sus ojos del doctor Enrique Lacayo Farfán, se volvió como un frenético
y loco hacia Castro. Levantó la pistola y comenzó a sacudirla sobre la cabeza
del muchacho con furia y con odio, cayó el arma una y otra vez, dejando en su rítmico
martilleo regueros de sangre y, obligando a la víctima a buscar protección
entre las sillas de la sala. No corría, sino esquivaba los golpes. No había en
su cara pánico, ni cólera; era la expresión de un hombre acorralado… cayó al
suelo jadeante y con los ojos altos, llenos de una dignidad y un valor que se
traducía con expresión natural en las facciones de su rostro… Castro no se
quejó y los demás desalojamos la sala… mas silenciosos y tristes que nunca.
(pp. 332-333).
Pedro
Joaquín Chamorro también narra otras escenas de humillación queriendo someter
la dignidad de Edwin:
Recuerdo
lo ocurrido con Edwin Castro, a quien después de habérsele quitado
absolutamente todas sus ropas masculinas, le pusieron un vestido de mujer y lo llevaron
así, a pie hasta la barbería del cuartel. Su camino fue doloroso, durante todo
el recorrido, que comenzó en la misma casa presidencial, fue insultado en la
forma más soez y lo hicieron objeto de toda clase de burlas de carácter
pornográfico. Caminó en medio de carcajadas y los golpes de los escoltas de los
Somoza. El jolgorio fue largo y cansado, pero su ánimo se elevó altivamente
sobre el espíritu ruin y bajo de sus verdugos, hasta que al fin había hecho una
estampa tal, que ni siquiera cabilla para ella lastimas. Tuvieron que cambiar
su táctica y lo enviaron, ya revestido de una dignidad que él mismo había
ganado. (p. 334).
En
esta circunstancia mantuvo un intercambio epistolar con Carlos Fonseca, en la
que se lee que le encargó la publicación de su libro, así como su alegría al
saber que Tomas Borge había alcanzado la libertad en diciembre de 1958, en su
última carta del 5 de enero de 1959, cuando su hijo Edwin Castro Rivera cumplía
dos años, le escribe a Carlos:
Para
aclarar estas cosas, haré una pequeña sinopsis de mi credo político: No creo en
el liberalismo, como doctrina capaz de dar en su aplicación, la felicidad a los
hombres. Su papel fue romper cadenas y hacer avanzar a la humanidad en una
época dada. Llenó ya su cometido, y pertenece al pasado. Si soy Liberal
Independiente, es porque dentro de las filas de ese partido se ha refugiado la
dignidad ciudadana… repudio el individualismo como precepto filosófico,
político y económico, que abandona las clases débiles en las garras de los
poderosos y ha sido el creador de las grandes injusticias sociales de los
conglomerados capitalistas. En resumen, soy socialista que cree en la necesidad
de una economía dirigida para lograr la abolición de las clases.
Así
mismo, sobre la triunfante Revolución Cubana el primero de enero de 1959 dice:
“Cuba es un grandioso ejemplo vivo de lo que significa un estudiantado digno,
dispuesto a sacrificarlo todo por el país”.
Por
otro lado, Ausberto Narváez Parajón tenía 26 años cuando el atentado del 21 de
septiembre de 1956, era agricultor, pero estudiaba derecho, en la Universidad
de León, lo mismo que Carlos Fonseca y Edwin Castro. Después del
ajusticiamiento a Somoza, se refugia en la casa de su amigo José Wong Valle.
Pedro
Joaquín Chamorro también relata escenas trágicas sobre Ausberto en la cárcel:
Si, había un hombre con el León, pálido, sucio, barbudo, cubierto con restos de
una pijama, que debió haber sido verde, y calzado con unos zapatos blancos de
hule. Estaba yo en el jardín zoológico privado de la familia Somoza. Los leones
y demás fieras comían carne fresca; los prisioneros, arroz y frijoles. Allí
estuvieron Ausberto Narváez, Clemente Guido, Julio Velásquez, Edwin Castro y Enrique
Lacayo Farfán. (Blandón, 2010: 338).
Por
su lado el chontaleño Cornelio Silva Arguello, quien llevaría un grupo de
chontaleños para tomarse algunas instituciones de León el día del atentado, y
aunque no se dio lo planificado, también padeció cuatro años de tortura, además
de las ya mencionadas, Cornelio fue castrado en la Aviación, así lo demuestra
el dictamen forense de su cuerpo.
El
único sobreviviente a la prisión y salvaje tortura de la guardia somocista fue
Juan Calderón Rueda, capturado el 19 de octubre de 1956, fue el mas estoico en
sus declaraciones, no culpó a nadie más que no fuera el y Rigoberto. Y es quien,
además, atestiguó el asesinato de sus compañeros, los héroes de 1956, el 18 de
mayo de 1960.
Por
aquellos días, los Somoza estaban presionados para liberar presos políticos,
por lo que elaboraron un plan para no permitir que los principales
conspiradores que organizaron el atentado de Tacho Somoza García, sobre esto,
Los
Somoza planearon la fuga en que dos guardias iban a fingir colaborar, para dar
muerte a los cuatro reos principales de septiembre de 1956. Los meses de la
cárcel habían sido duros y yo había cumplido ya la primera huelga de hambre,
demandando mejores condiciones en la prisión.
Una
noche, Cornelio Silva me llamó y me preguntó que si quería unirme a un plan de
fuga. Dos guardias, de apellidos Flores y Matute, habían recibido ya 15, 000
córdobas para pasar varias armas a la celda y ayudar a salir. Poco antes de la
fuga, recibieron otros 15, 000 córdobas. Yo le dije que no me gustaba el plan.
Le dije que si nos habríamos paso con armas blancas, sí me uniría, pero solo
disparando, sería un suicidio. Centenares de guardias de la Aviación y del
aeropuerto nos caerían encima. (p. 342)
La
noche de la fuga trágica vio salir a los tres prisioneros que bajaban por una
pequeña tapia desde la celda: “esta era muy oscura teníamos que encender
candelas para comer, en pleno día. Cuando llegaron al patio, los estaban
esperando. Matute tenía un garand en la mano y Cornelio se lo pidió. Ese era el
compromiso. Matute le tendió el garand y cuando Cornelio se acercó, Matute le
dio un balazo en el corazón.
Ausberto
Narváez se dio cuenta la traición y se fue corriendo hasta la cocina,
Inmediatamente sonó la descarga mortal. Edwin Castro corrió hacia el fondo de
la prisión y trató de alcanzar una tapia en dirección al Instituto Vocacional.
Sonó un arma ronca, no sé decir qué era, y Edwin quedó muerto, cruzado sobre la
tapia. (p. 342- 343).
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| Titular del diario La Noticia, el 19 de mayo de 1960 |
A los demás reos que vieron el asesinato de
los tres héroes, los llevaron dos veces al paredón, pero al final no los
asesinaron, concluyó su relato Calderón Rueda.
Así
concluyó las mancomunadas vidas de los compañeros de Rigoberto, quienes lejos
de ser una expresión aislada, fue el sentir colectivo de la nación, y como
dijera Fidel Castro, la historia los ha absuelto. Este 18 de mayo de 2021 que
se conmemora el 61 aniversario de la siembra de los héroes del 56, con el
ejemplo digno de su lealtad y firmeza de su amor inmenso por la patria. Forman
parte del santoral o martirologio por la liberación nacional, murieron un año
antes del surgimiento del FSLN como vanguardia del pueblo cuya victoria final
culmina el 19 de julio de 1979.
Mañana,
hijo mío, todo será distinto…
En
medio de las torturas y vejaciones descritas anteriormente, Edwin escribe
poesía desde la cárcel y le encarga a Carlos Fonseca la publicación de su
libro, diseñado por el mismo en tres momentos: Mañana, hoy y ayer. El libro no
fue publicado sino hasta en 1979 con el triunfo de la Revolución Sandinista,
póstumamente. En la sección Mañana, están dos de sus más logrados poemas: ¿Y
si no regresara? Dedicado a su esposa y Mañana, hijo mío, todo será
distinto.
Edwin
Castro demuestra que era capaz, no solo de vivir interiormente su mañana, el de
los suyos y el de todos nosotros a través de sus creaciones literarias como en
el citado y comentado a continuación, inicia su estrofa de tres versos con la
convicción de que mañana sería mejor:
Mañana,
hijo mío, todo será distinto.
Se
marchará la angustia por la puerta del fondo
que
han de cerrar, por siempre, las manos de hombres nuevos.
Su
hijo, compañero Edwin Castro Rivera, que para entonces rondaba los 11 meses de
nacido es una de las fuerzas internas que le permite soñar el mañana, y
demuestra su capacidad de vivirlo en el futuro mejor de su hijo. En el segundo
verso, profetiza el fin de la angustia para Nicaragua que se materializa el 19
de julio de 1979, de la mano de hombre nuevos, del pueblo organizado alrededor
del FSLN.
Reirá
el campesino sobre la tierra suya
(pequeña,
pero suya),
florecida
en los besos de su trabajo alegre.
En
esta estrofa, Edwin platea una reforma agraria, porque en su tiempo el
campesino no tenía la posibilidad de poseer la tierra que trabajaba, las
tierras estaban concentradas en pocas manos, por lo que ese mañana de Edwin, se
materializa con la Reforma Agria de la Revolución Sandinista en la década de
los ochenta, que benefició a cientos de miles de familias nicaragüenses, y que
en la segunda etapa de la Revolución Sandinista ha sido determinante para los
Programas Productivos del campo, que están dirigido a esos campesinos que ahora
tiene su parcela de tierra, pequeña pero suya, y son quienes además, dinamizan
la economía agrícola del país.
No
serán prostitutas la hija del obrero
ni
la del campesino
-pan
y vestido habrá de su trabajo honrado-.
El
mañana ansiado por Edwin llega con la emancipación de la mujer como un agente
productivo en iguales condiciones que el hombre, la hija del campesino aprendió
a leer y ya no tiene por qué prestar servicios al patrón porque puede acceder a
la educación con el programa secundaria a distancia y Universidad en el Campo;
porque tiene facilidades de crédito para emprender su propio negocio, porque
está organizada en su comunidad y barrio y tiene participación política.
Las
hijas del campesino y del obrero tienen las condiciones dignas para salir
adelante ellas y su familia, esto porque el mañana ha dejado de ser una
tentación.
¡Se
acabarán las lágrimas del hogar proletario!
Te
reirás contento, con la risa que lleven
las
vías asfaltadas, las aguas de los ríos,
los
caminos rurales…
El
mañana al que aspira Edwin, es un país con las vías asfaltadas, por donde el
campesino saque a comercializar su producto, por donde el obrero viaje a su
digno trabajo, por donde los turistas rían al disfrutar las bellezas de la
patria. En los últimos 14 años mas de 2 mil kilómetros han sido asfaltados,
mejorando las condiciones productivas, turísticas de país, además de ser una
carta de presentación de su desarrollo económico y social. La vía asfaltada que
conecta con Bluefields, históricamente aislado. Esto significa que nuestro hoy
(el mañana para Edwin) realmente es distinto.
Mañana,
hijo mío, todo será distinto:
sin
látigo, sin cárcel, ni bala de fisil
que
reprima la idea.
El
19 de julio de 1979, el pueblo nicaragüense se ganó el derecho de optar por el
credo político que crea conveniente, siendo uno de los ejes del gobierno de la Revolución
Popular Sandinista, el Pluralismo político. Lo vemos en la libertad de prensa,
la liberta de expresión, la liberta para organizarse en un partido político,
todo dentro del marco que establece la ley. En Nicaragua la oposición tiene
derecho a serlo porque eso lo conquistó el Frente Sandinista el 19 de julio, así
lo decía el Comandante Daniel Ortega: “Nicaragua nos pertenece a todos y
aquí nos quedamos todos”.
Caminarás
por las calles de todas las ciudades,
en
tus manos las manos de tus hijos,
como
yo no lo puedo hacer contigo.
No
pudo porque ni siquiera disfrutó de su hijo, porque la cárcel de los Somoza los
separó, porque ser joven en tiempos de Somoza representaba un peligro, la razón
la explica el Che: “Ser joven y no ser revolucionario, es una contradicción hasta
biológica” de ahí que el régimen reprimiera a todo aquel joven potencialmente
revolucionario. La dinastía Somoza estableció un Estado militar represor. Sin
embargo, Edwin aspira a que su hijo pueda disfrutar de las ciudades de su patria
de la mano de su hijo, con seguridad. Y así es, Nicaragua es el país mas seguro
de Centro América y uno de los más seguros de Latinoamérica y cuenta con espacios
de esparcimiento de primer nivel, Estadios deportivos, parques, y ferias en
todo el país, por mencionar algunos. Todo es distinto.
No
encerrará la cárcel tus años juveniles
como
encierra los míos:
ni
morirás en el exilio.
tembloroso
los ojos,
anhelado
el paisaje de la patria,
como
murió mi padre.
Edwin
Castro supo que es ser reprimido por los Somoza desde siempre, así lo refiere
Y
él, cuatro años de su vida en la cárcel padeciendo las mas horrendas torturas.
Y
termina diciendo, un terminante
¡Mañana
hijo mío todo será distinto!
Bryan
Dávila
Bibliografía
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Sandino y Fonseca. Tercera ed. Managua: Segovia Ediciones
Latinoamericanas.
Blandón,
C., 2017. Carlos Fonseca y los intelectuales. Segunda ed. Managua:
Segovia Ediciones Latinoamericanas.
Castro
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Grupo Editorial.
Guido,
C., 1980. Noches de tortura. Con el plan completo del ajusticiamiento del
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Torres
Lazo, A., 2002. La saga de los Somoza. Historia de un magnicidio. Segunda
ed. Managua: Hispamer.



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