Héroes del 56, a 61 años de la siembra

 


Héroes del 56, fotografía recuperada de Barricada 


En Nicaragua el 18 de mayo representa una fecha en la que se funden el principio y el fin. Por un lado, el natalicio del General Sandino en La Victoria, hoy Niquinohomo, y, por otro, el asesinato de los héroes del 56, en la Cárcel de La Aviación por la Guardia Nacional. Es de este acontecimiento que nos ocuparemos en las siguientes líneas, como un deber histórico al que asistimos, honrando a los patriotas que con sus valiosísimas vidas han escrito heroicamente las paginas gloriosas de la liberación de Nicaragua, alcanzada el 19 de julio de 1979.

En principio, este texto no es un análisis histórico profundo de los hechos ocurridos el 21 de septiembre de 1956 y el 18 de mayo de 1960, sino un estudio sucinto que pretende resaltar los hitos históricos de estas fechas y a sus protagonistas, como una forma de mantener y recordar su legado en los corazones de los lectores que amamos nuestra patria. 

El texto está dividido en tres partes: el primer apartado, “21 de septiembre de 1956, el principio del fin” en el que se explica brevemente la conspiración contra el dictador y asesino del General Sandino, Anastasio Somoza García, se destaca la inmolación del poeta Rigoberto López Pérez para dar paso al principio del fin de la dictadura de Somoza, como resultado del movimiento dialectico de la sociedad, en el que Rigoberto y sus compañeros representaban los ideales colectivos de la ansiada redención del pueblo nicaragüense.

El segundo apartado, 18 de mayo de 2021, a 61 años de la siembra estriba fundamentalmente sobre el núcleo de patriotas que participaron junto al poeta Rigoberto López Pérez en el ajusticiamiento al tirano, ellos son Edwin Castro Rodríguez, Cornelio Silva, y Ausberto Narváez, quienes padecieron largos años de prisión aplicándoles todos los tenebrosos métodos de torturas imaginables de los Somoza: el pozo, la jaula de los leones, el chuzo eléctrico en los testículos, simulacros de fusilamiento, para aplicarles finalmente la famosa Ley de Fuga, asesinándolos el 18 de mayo de 1960.

Finalmente, el tercer apartado, “Mañana, hijo mío, todo será distinto”, poema que escribiera el poeta Edwin Castro Rodríguez, desde la Cárcel la Aviación, el primero de diciembre de 1958, dedicado a su hijo, el compañero diputado de la Bancada Sandinista ante la Asamblea Nacional Edwin Castro. Se hace un análisis de la capacidad de vivir interiormente su mañana a través de su poesía, anhelante de una patria nueva para él, los suyos y la de todos nosotros, patria como esta que hoy tenemos.  

21 de septiembre de 1956, el principio del fin

En el año 1956 Somoza García cumplía veinte años de haber depuesto a través de un golpe de estado militar, al presidente Juan Bautista Sacasa, y en septiembre celebraba su reelección por otro periodo más, pero no solo eso, era el veintidós aniversario del asesinato de Sandino, hecho que Somoza mismo asumió como autor directo en una fiesta en la ciudad de Granada, así lo refiere Gregorio Selser como se cita en (Blandón, 2010):

La única forma de terminar con los horribles crímenes que se producían, eran liquidar al general Sandino y los sandinistas. Yo, jefe de esa Guardia, logré segar las cabezas de todos los implicados en esos actos de bandidaje. Fui llamado en cierto momento, para liquidar una situación, lo hice y no rehúyo responsabilidades. (pp. 84-85).

Como no rehuyó responsabilidades, 21 de septiembre de 1956, un hijo de Sandino lo ajustició en el Club de Obreros de León, era el rumor que corría en la ciudad  “dicen que es un hijo de Sandino, un hombre achinado” (Blandón, 2010: p. 326). Rigoberto en su acto vengó a la patria traicionada desde 1909, vengó a Zeledón, a Sandino, a los cientos de sandinistas asesinados en las Segovias, a Pedro Altamirano,  a Uriel Sotomayor, a Báez Bone, Pablo Leal y otros tantos patriotas asesinados. Su brazo certero surgió en el momento histórico que se le necesitava.

Si analizamos la accion revolucionaria de Rigoberto López Pérez y la de sus compañeros dentro de la dinamica sociopolitica del momento, concluiremos que ellos repondiaron al clamor popular que ya estaban convencidos de la necesidad de eliminar fisicamente al dictador. La consigna la habia dado Adolfo Baez Bone en la accion del 4 de abril de 1954, cuando expresó: “hay que matar a Somoza” y montó la emboscada, en la que la mayoria de los implicados perdieron sus vidas. Este fue el antecedente inmedianto a la accion del 21 de septiembre de 1956.

En uno de los tantos encuentros entre Rigoberto López Pérez y el ex guardia Capitan  Adolfo Alfaro, (Torres Lazo, 2002) cita la siguiente conversacion: Lo que pasa Rigoberto, es que lo hemos intentado todos y todos hemos fracasado. Nuestras fuerzas siempre han sido inferiores a las del enemigo y no hay posibilidades de que podamos cambiar esas fuerzas. Además, en muchas ocasiones, nuestros mismo compañeros nos han traicionado. Lo que necesitamos es otro tipo de opción; algo mas directo que no involucre a mucha gente. Esta situacion la hemos discutido entre nosotros y estamos de acuerdo en que hay que buscar el momento oportuno y allí, donde sea, acribillar a Somoza. Para eso, se necesita un hombre de verdad, que cambie su vida por la del déspota. Pero ese hombre, mi amigo, no llega; ni siquiera sabemos donde buscarlo.

-          Capitan Alfaro tenga confianza. Yo soy el hombre que ustedes buscan. (p. 137).

Y en su carta testamento Rigoberto expresa: “Y en vista de que todos los esfuerzos han sido inutiles he decidido…”

Su decision demuestra que Rigoberto no solo era hombre de ideas, sino un hombre de accion. Todo el año 1956 pasó planificando el momento presiso para el encuentro con la deuda historica que Somoza tenia con Nicaragua, para intercambiar su vida con la del dictador. Y asi vemos que desde enero el poeta Edwin Castro Rodriguez y Ausberto Narvaez empieza a recaudar fondos para la logistica de la accion revolucionaria de Rigoberto, establecen contacto con los exiliados en El Salvador y Rigoberto se contacta con Cornelio Silva de la Liberta quien ademas, era un legionario del Caribe y tenia una basta experiencia militar, trataron de sincronixar las acciones entre los cuatro y demas coloaboradores tanto dentro como fuera del pais.

El plan consistia en que despues del ajusticiamiento del tirano, sobrebendria un complot militar para arrebatarles el poder a los Somoza, Rigoberto se asegura del éxito global del movimiento. El complot militar sucedió en enero de 1957, en el que las Fuerzas Armadas Nicaraguenses (FAN) se revelan contra los Somoza, encabezados por los Capitanes Victor Manuel Rivas Gomez y Napoleón Ubilla Baca. Asi como los oficiales Alí Salomón y Carlos Ulloa, quien es heroe nacional de Cuba.

En el mes de julio del año 1956, Rigoberto viaja a Costa Rica y Panamá para ajuticiar a Somoza en una reunion de alto nivel en esas Républicas, pero no logra su cometido. Los planes no se detienen, y los poetas Rigoberto López Pérez y Edwin Castro practican en dos ocasiones tiro al blanco a principio del mes de septiembre.

El 20 de septiembre al enterarse Rigoberto de que Somoza estaría en León determinó (Torres Lazo, 2002): “Pase lo que pase no puedo perder la oportunidad mañana”. Rigoberto se prepara con Edwin y Ausberto para su cita con la historia. (Guido, 1980) en su libro Noches de Torturas se refiere a la accion de Rigoberto con respeto y admiración:

“Escribió con sangre su último poema en la Casa del Obrero, en León. Se entrenó por meses cuidadosamente para realizar la misión. El poema que presentamos, al pie del grabado cristaliza su pensamiento realizado fielmente”. (p. 100). El poema al que el Dr. Guido hace referencia es el siguiente:

Las flores de mis días

Siempre estarán marchitas

Si la sangre del tirano

Está en sus venas.     

 

El dia 21 de septiembre, Rigoberto se encuentra en León y con la última persona con quien conversó fue con Armando Zelaya Castro, periodista leones, jefe de redaccion del dirio El Centroamericano. En 1985 Chuno Blandón le ralizó una entrevista sobre su relacion con Rigoberto, cito textualmete alguna de sus partes:

 

Catedral de León. Es de mañan y hace calor intenso.

Rigoberto y Armando miran entrar la carabana del dictador.

-          Hoy mataré a Somoza. Lo dice con gran sencillez, carente de dramatismo. Eso sí, con mucha seriedad.

Parque Central de León. Armando y Rigoberto coversan. Son las siete de la noche. El Club Social de León está de fiesta. La aristocracia leonesa rinde pleitesia al dictador.

-          Ya se va el hombre. ¡Sigámoslo!

Todavia Rigoberto no anda armado, Edwin Castro le da la pistola a las 8:30 de la noche, en la iglesia de San Francisco.

Casa del Obrero. 9. 00 P.M. Han caminado a pie desde la Catedral hasta la meta de Rigoberto.

-          Entramos, ya compré las dos entradas para vos y para mí.

-          No, poeta. Ha sido un dia dificil con lo de la convencion, mejor me voy a mi casa.

-          Entonces guardeme el pasaporte.

Y despues se despiden. La recidencia de Zelaya queda a cuadra y media de distancia.

Primero se oia la música. ¡De pronto, los disparos! Luego una gran valacera. (pp. 323-329).

 

Con su revolver 38 se lanza al suelo y dispara cinco veces contra el dictador apuntando por debajo del chaleco antibala, y 150 balas acribillaron el cuerpo del poeta. Consumó su accion, el dictador muere ocho dias despues en Panamá, tiempo en el que Luis Somoza Debayle sustituye a su padre en el Poder y, Tacho Somoza Debayle ocupa la direccion de la GN.

 

Lo que sigue es una oleada de persecucion a quienes posiblemente hayan o no participado en el atentado contra Somoza. Las carceles se llenan de presos politicos y la GN empieza a aplicar su terribles metodos de tortura.

 

El materialismo histórico de lucha de clases empuja a la sociedad nicaraguense al principio del fin y aunque la dictadura se convirtió en dinastía, se apresura el cambio de régimen, lo que da salida para que el pueblo se organizara alredor del FSLN, cinco años despues en 1961.

 

18 de mayo de 2021, a 61 años de la siembra

Los días que siguieron al ajusticiamiento de Somoza García, provocaron una represión sin precedentes, cientos y cientos de compañeros antisomocistas especialmente de León donde se había ejecutado el histórico atentado, fueron capturados y torturados en las cárceles de los Somoza, entre ellos: Edwin Castro Rodríguez, principal colaborador de Rigoberto López Pérez; Ausberto Narváez amigo íntimo de Edwin; Cornelio Silva y Juan Calderón Rueda quienes conformaban el principal núcleo conspirativo y muchos otros como Carlos Fonseca Amador, Tomás Borge Martínez, el doctor Emilio Borge, Alonso Castellón, Hernán Arguello, Benjamín Robelo, el doctor Ulises Terán, Herminio Larios, Armando Zelaya y muchos más. 

Edwin Castro Rodríguez y Rigoberto López Pérez, ambos poetas e intelectuales del pueblo, encontraron vínculos de sobra para poner en marcha el plan del ajusticiamiento al dictador. Edwin fue el amigo más cercano de Rigoberto, al grado que (Blandón, 2017) expresa: “No creo atrevido, de mi parte, decir que sin Edwin quizás no habría habido Rigoberto, porque Castro Rodríguez fue quien puso a su alcance la logística, los instrumentos que Rigoberto necesitaba para llevar acabo su hazaña. Desde el momento en que se conocieron hasta el 21 de septiembre cuando le entrega la pistola con que ajusticiaría a Somoza, Edwin camina de la mano con Rigoberto sin dudar ni un solo momento en el éxito de la misión que ambos ejecutaban”. (p. 99).

Después del atentado, Edwin no intenta asilarse en alguna embajada, ni se exilia, a pesar de que aun la GN no lo buscaba, es capturado el 12 de octubre de 1957, tres semanas después y es llevado a la Cárcel de la Aviación. Ahí sufrió terribles torturas. El doctor Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, quien compartió seis meses de cárcel con los mártires de la Aviación, narra una terrible escena en la que denota su respeto y admiración por Edwin en su libro Estirpe Sangrienta, citada por (Blandón, 2010): 

Por la puerta entró un hombre alto, fuerte, de pelo canoso, y con dos brillantes estrellas de Mayor del Ejército, sobre una chaqueta limpia y bien planchada; detrás de él, otro vestido de kaki y camisa blanca. Caminaron por una de las orillas de la sala mirando a los presos con ojos vidriosos y ausentes; se deslizaron, por así decirlo, rozando las paredes cadenciosamente, con el semblante pálido del que busca un encuentro.

Los escoltas se mantuvieron inmóviles y, mientras los murmullos de las pláticas se cortaban, sonaron los pasos de los dos hombres acercándose a centro de la sala. De pronto, el primero de ellos hizo un movimiento brusco de la mano hacia el tahalí reluciente de su pistola y, al mismo tiempo que accionaba el arma para montarla, produciendo un chasquido metálico y mortal en toda la sala, gritó:

-          ¡Te mato…! ¡ahora sí te mato!

Pero nadie se movió. Las facciones suaves de un muchacho que estaba frente a él y a quien iba dirigida la determinante amenaza, no dejaron entrever un solo signo de temor. Incorporó la cabeza poco a poco, levantó los ojos con la tranquilidad de quien espera la muerte desde hace tiempo y miró al militar como distraído.

El Mayor del Ejército se llamaba Luis Ocón. El muchacho que estaba frente a él, sentado en una sala de justicia que bien pudo servirle de original patíbulo, era Edwin Castro Rodríguez. El militar estaba ebrio y el muchacho tenia varios meses de privaciones y sufrimientos: uno era alto, blanco, entrecano y había servido muchos años de ayudante personal a Somoza; el otro era bajo, recio y, desde su más remota infancia, había sentido en su familia, la persecución de la dictadura.

El Mayor levantó el arma y apuntó recto. El silencio en que estaba la sala se hizo mas profundo y, mientras todos decían alguna callada oración, la voz de un hombre sentado junto al muchacho murmuró:

-          Pero Mayor ¿Qué le pasa…?

Entonces el militar, como volviendo en sí, por un instante, con la mirada extraviada por el alcohol y la mano en que sostenía la automática tambaleante dijo:

-          No doctor, si no es con usted, doctor…

Y alejando sus ojos del doctor Enrique Lacayo Farfán, se volvió como un frenético y loco hacia Castro. Levantó la pistola y comenzó a sacudirla sobre la cabeza del muchacho con furia y con odio, cayó el arma una y otra vez, dejando en su rítmico martilleo regueros de sangre y, obligando a la víctima a buscar protección entre las sillas de la sala. No corría, sino esquivaba los golpes. No había en su cara pánico, ni cólera; era la expresión de un hombre acorralado… cayó al suelo jadeante y con los ojos altos, llenos de una dignidad y un valor que se traducía con expresión natural en las facciones de su rostro… Castro no se quejó y los demás desalojamos la sala… mas silenciosos y tristes que nunca. (pp. 332-333).

Pedro Joaquín Chamorro también narra otras escenas de humillación queriendo someter la dignidad de Edwin:

Recuerdo lo ocurrido con Edwin Castro, a quien después de habérsele quitado absolutamente todas sus ropas masculinas, le pusieron un vestido de mujer y lo llevaron así, a pie hasta la barbería del cuartel. Su camino fue doloroso, durante todo el recorrido, que comenzó en la misma casa presidencial, fue insultado en la forma más soez y lo hicieron objeto de toda clase de burlas de carácter pornográfico. Caminó en medio de carcajadas y los golpes de los escoltas de los Somoza. El jolgorio fue largo y cansado, pero su ánimo se elevó altivamente sobre el espíritu ruin y bajo de sus verdugos, hasta que al fin había hecho una estampa tal, que ni siquiera cabilla para ella lastimas. Tuvieron que cambiar su táctica y lo enviaron, ya revestido de una dignidad que él mismo había ganado. (p. 334).

En esta circunstancia mantuvo un intercambio epistolar con Carlos Fonseca, en la que se lee que le encargó la publicación de su libro, así como su alegría al saber que Tomas Borge había alcanzado la libertad en diciembre de 1958, en su última carta del 5 de enero de 1959, cuando su hijo Edwin Castro Rivera cumplía dos años, le escribe a Carlos:

Para aclarar estas cosas, haré una pequeña sinopsis de mi credo político: No creo en el liberalismo, como doctrina capaz de dar en su aplicación, la felicidad a los hombres. Su papel fue romper cadenas y hacer avanzar a la humanidad en una época dada. Llenó ya su cometido, y pertenece al pasado. Si soy Liberal Independiente, es porque dentro de las filas de ese partido se ha refugiado la dignidad ciudadana… repudio el individualismo como precepto filosófico, político y económico, que abandona las clases débiles en las garras de los poderosos y ha sido el creador de las grandes injusticias sociales de los conglomerados capitalistas. En resumen, soy socialista que cree en la necesidad de una economía dirigida para lograr la abolición de las clases. (Castro Rodríguez, 2009)

Así mismo, sobre la triunfante Revolución Cubana el primero de enero de 1959 dice: “Cuba es un grandioso ejemplo vivo de lo que significa un estudiantado digno, dispuesto a sacrificarlo todo por el país”. (Castro Rodríguez, 2009).

Por otro lado, Ausberto Narváez Parajón tenía 26 años cuando el atentado del 21 de septiembre de 1956, era agricultor, pero estudiaba derecho, en la Universidad de León, lo mismo que Carlos Fonseca y Edwin Castro. Después del ajusticiamiento a Somoza, se refugia en la casa de su amigo José Wong Valle. (Blandón, 2010) expresa que: Ausberto Narváez fue sometido a las mas salvajes torturas, el pozo, los leones, el chuzo eléctrico y un hermano suyo, Honorio Narváez, de solo 15 años, fue metido desnudo en un saco con cal viva. A pesar de eso, nunca negó su amistad con Edwin, hasta el día en que ambos fueron asesinados. (p. 337).

Pedro Joaquín Chamorro también relata escenas trágicas sobre Ausberto en la cárcel: Si, había un hombre con el León, pálido, sucio, barbudo, cubierto con restos de una pijama, que debió haber sido verde, y calzado con unos zapatos blancos de hule. Estaba yo en el jardín zoológico privado de la familia Somoza. Los leones y demás fieras comían carne fresca; los prisioneros, arroz y frijoles. Allí estuvieron Ausberto Narváez, Clemente Guido, Julio Velásquez, Edwin Castro y Enrique Lacayo Farfán. (Blandón, 2010: 338).

Por su lado el chontaleño Cornelio Silva Arguello, quien llevaría un grupo de chontaleños para tomarse algunas instituciones de León el día del atentado, y aunque no se dio lo planificado, también padeció cuatro años de tortura, además de las ya mencionadas, Cornelio fue castrado en la Aviación, así lo demuestra el dictamen forense de su cuerpo.

El único sobreviviente a la prisión y salvaje tortura de la guardia somocista fue Juan Calderón Rueda, capturado el 19 de octubre de 1956, fue el mas estoico en sus declaraciones, no culpó a nadie más que no fuera el y Rigoberto. Y es quien, además, atestiguó el asesinato de sus compañeros, los héroes de 1956, el 18 de mayo de 1960.

Por aquellos días, los Somoza estaban presionados para liberar presos políticos, por lo que elaboraron un plan para no permitir que los principales conspiradores que organizaron el atentado de Tacho Somoza García, sobre esto, (Blandón, 2010) recoge una entrevista en la que Juan Calderón Rueda brinda detalles del fatídico 18 de mayo de 1960:

Los Somoza planearon la fuga en que dos guardias iban a fingir colaborar, para dar muerte a los cuatro reos principales de septiembre de 1956. Los meses de la cárcel habían sido duros y yo había cumplido ya la primera huelga de hambre, demandando mejores condiciones en la prisión.

Una noche, Cornelio Silva me llamó y me preguntó que si quería unirme a un plan de fuga. Dos guardias, de apellidos Flores y Matute, habían recibido ya 15, 000 córdobas para pasar varias armas a la celda y ayudar a salir. Poco antes de la fuga, recibieron otros 15, 000 córdobas. Yo le dije que no me gustaba el plan. Le dije que si nos habríamos paso con armas blancas, sí me uniría, pero solo disparando, sería un suicidio. Centenares de guardias de la Aviación y del aeropuerto nos caerían encima. (p. 342)

La noche de la fuga trágica vio salir a los tres prisioneros que bajaban por una pequeña tapia desde la celda: “esta era muy oscura teníamos que encender candelas para comer, en pleno día. Cuando llegaron al patio, los estaban esperando. Matute tenía un garand en la mano y Cornelio se lo pidió. Ese era el compromiso. Matute le tendió el garand y cuando Cornelio se acercó, Matute le dio un balazo en el corazón.

Ausberto Narváez se dio cuenta la traición y se fue corriendo hasta la cocina, Inmediatamente sonó la descarga mortal. Edwin Castro corrió hacia el fondo de la prisión y trató de alcanzar una tapia en dirección al Instituto Vocacional. Sonó un arma ronca, no sé decir qué era, y Edwin quedó muerto, cruzado sobre la tapia. (p. 342- 343).

Titular del diario La Noticia, el 19 de mayo de 1960

 A los demás reos que vieron el asesinato de los tres héroes, los llevaron dos veces al paredón, pero al final no los asesinaron, concluyó su relato Calderón Rueda.

Así concluyó las mancomunadas vidas de los compañeros de Rigoberto, quienes lejos de ser una expresión aislada, fue el sentir colectivo de la nación, y como dijera Fidel Castro, la historia los ha absuelto. Este 18 de mayo de 2021 que se conmemora el 61 aniversario de la siembra de los héroes del 56, con el ejemplo digno de su lealtad y firmeza de su amor inmenso por la patria. Forman parte del santoral o martirologio por la liberación nacional, murieron un año antes del surgimiento del FSLN como vanguardia del pueblo cuya victoria final culmina el 19 de julio de 1979.

Mañana, hijo mío, todo será distinto…

En medio de las torturas y vejaciones descritas anteriormente, Edwin escribe poesía desde la cárcel y le encarga a Carlos Fonseca la publicación de su libro, diseñado por el mismo en tres momentos: Mañana, hoy y ayer. El libro no fue publicado sino hasta en 1979 con el triunfo de la Revolución Sandinista, póstumamente. En la sección Mañana, están dos de sus más logrados poemas: ¿Y si no regresara? Dedicado a su esposa y Mañana, hijo mío, todo será distinto.  

Edwin Castro demuestra que era capaz, no solo de vivir interiormente su mañana, el de los suyos y el de todos nosotros a través de sus creaciones literarias como en el citado y comentado a continuación, inicia su estrofa de tres versos con la convicción de que mañana sería mejor:

Mañana, hijo mío, todo será distinto.

Se marchará la angustia por la puerta del fondo

que han de cerrar, por siempre, las manos de hombres nuevos.

 

Su hijo, compañero Edwin Castro Rivera, que para entonces rondaba los 11 meses de nacido es una de las fuerzas internas que le permite soñar el mañana, y demuestra su capacidad de vivirlo en el futuro mejor de su hijo. En el segundo verso, profetiza el fin de la angustia para Nicaragua que se materializa el 19 de julio de 1979, de la mano de hombre nuevos, del pueblo organizado alrededor del FSLN.

 

Reirá el campesino sobre la tierra suya

(pequeña, pero suya),

florecida en los besos de su trabajo alegre.

 

En esta estrofa, Edwin platea una reforma agraria, porque en su tiempo el campesino no tenía la posibilidad de poseer la tierra que trabajaba, las tierras estaban concentradas en pocas manos, por lo que ese mañana de Edwin, se materializa con la Reforma Agria de la Revolución Sandinista en la década de los ochenta, que benefició a cientos de miles de familias nicaragüenses, y que en la segunda etapa de la Revolución Sandinista ha sido determinante para los Programas Productivos del campo, que están dirigido a esos campesinos que ahora tiene su parcela de tierra, pequeña pero suya, y son quienes además, dinamizan la economía agrícola del país. 

 

No serán prostitutas la hija del obrero

ni la del campesino

-pan y vestido habrá de su trabajo honrado-.

 

El mañana ansiado por Edwin llega con la emancipación de la mujer como un agente productivo en iguales condiciones que el hombre, la hija del campesino aprendió a leer y ya no tiene por qué prestar servicios al patrón porque puede acceder a la educación con el programa secundaria a distancia y Universidad en el Campo; porque tiene facilidades de crédito para emprender su propio negocio, porque está organizada en su comunidad y barrio y tiene participación política.

Las hijas del campesino y del obrero tienen las condiciones dignas para salir adelante ellas y su familia, esto porque el mañana ha dejado de ser una tentación.  

 

¡Se acabarán las lágrimas del hogar proletario!

Te reirás contento, con la risa que lleven

las vías asfaltadas, las aguas de los ríos,

los caminos rurales…

 

El mañana al que aspira Edwin, es un país con las vías asfaltadas, por donde el campesino saque a comercializar su producto, por donde el obrero viaje a su digno trabajo, por donde los turistas rían al disfrutar las bellezas de la patria. En los últimos 14 años mas de 2 mil kilómetros han sido asfaltados, mejorando las condiciones productivas, turísticas de país, además de ser una carta de presentación de su desarrollo económico y social. La vía asfaltada que conecta con Bluefields, históricamente aislado. Esto significa que nuestro hoy (el mañana para Edwin) realmente es distinto.  

 

Mañana, hijo mío, todo será distinto:

sin látigo, sin cárcel, ni bala de fisil

que reprima la idea.

 

El 19 de julio de 1979, el pueblo nicaragüense se ganó el derecho de optar por el credo político que crea conveniente, siendo uno de los ejes del gobierno de la Revolución Popular Sandinista, el Pluralismo político. Lo vemos en la libertad de prensa, la liberta de expresión, la liberta para organizarse en un partido político, todo dentro del marco que establece la ley. En Nicaragua la oposición tiene derecho a serlo porque eso lo conquistó el Frente Sandinista el 19 de julio, así lo decía el Comandante Daniel Ortega: “Nicaragua nos pertenece a todos y aquí nos quedamos todos”.

 

Caminarás por las calles de todas las ciudades,

en tus manos las manos de tus hijos,

como yo no lo puedo hacer contigo.

 

No pudo porque ni siquiera disfrutó de su hijo, porque la cárcel de los Somoza los separó, porque ser joven en tiempos de Somoza representaba un peligro, la razón la explica el Che: “Ser joven y no ser revolucionario, es una contradicción hasta biológica” de ahí que el régimen reprimiera a todo aquel joven potencialmente revolucionario. La dinastía Somoza estableció un Estado militar represor. Sin embargo, Edwin aspira a que su hijo pueda disfrutar de las ciudades de su patria de la mano de su hijo, con seguridad. Y así es, Nicaragua es el país mas seguro de Centro América y uno de los más seguros de Latinoamérica y cuenta con espacios de esparcimiento de primer nivel, Estadios deportivos, parques, y ferias en todo el país, por mencionar algunos. Todo es distinto.

 

No encerrará la cárcel tus años juveniles

como encierra los míos:

ni morirás en el exilio.

tembloroso los ojos,

anhelado el paisaje de la patria,

como murió mi padre.

 

Edwin Castro supo que es ser reprimido por los Somoza desde siempre, así lo refiere (Blandón, 2010); “Hijo de uno de los fundadores del PLI, General Carlos Castro Wassmer, precandidato a jefe de la GN y jefe de la Guardia Presidencial de Juan Bautista Sacasa, precandidato a la presidencia de la Republica por el PLI, en 1947”. (p. 292). Su padre, abiertamente anti somocista, murió en el exilio esperando el porvenir de un mañana distinto.

Y él, cuatro años de su vida en la cárcel padeciendo las mas horrendas torturas.

 

Y termina diciendo, un terminante

 

¡Mañana hijo mío todo será distinto!

 

Bryan Dávila

Bibliografía

Blandón, C., 2010. Entre Sandino y Fonseca. Tercera ed. Managua: Segovia Ediciones Latinoamericanas.

Blandón, C., 2017. Carlos Fonseca y los intelectuales. Segunda ed. Managua: Segovia Ediciones Latinoamericanas.

Castro Rodríguez, E., 2009. ¿Y si no regresara?. Primera ed. Managua: Lea Grupo Editorial.

Guido, C., 1980. Noches de tortura. Con el plan completo del ajusticiamiento del dictador Anastacio Somoza García. Tercera ed. Managua: Editorial Nicarao.

Torres Lazo, A., 2002. La saga de los Somoza. Historia de un magnicidio. Segunda ed. Managua: Hispamer.

 

 

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