Placer de Verano
Corrían los días posteriores a los devastadores huracanes Eta e Iota y en aquel país tropical del Centro de América aún se hablaba de la COVID-19 y de los aludidos huracanes que afectaron las regiones Atlántico Norte. Sin embargo, en un incipiente pueblo del centro del país, ya soplaban vientos como de verano, los calores eran bochornosos, era común ver a gente vestir con ropa ligera y ya se practicaban actividades propias del verano.
Lóvago es un pueblo del que se
tienen noticias desde el siglo XIX. El alemán Dr. Bernhard llegó en 1852 a
Greytown (hoy San Juan del Norte), como líder de un grupo de inmigrantes de su
país de origen, más tarde se estableció como médico y boticario en Granada,
llegando a ser, en última instancia, Cónsul del imperio Alemán para Nicaragua y
algunos países de la región.
Parece ser, que este Señor fue el
primero en coleccionar unas cuantas palabras del idioma Ulwa y precisamente las
rescata de la región de Lóvago, pues también se dedicó a estudiar a los nativos
autóctonos de Chontales. Dicen que publicó un diccionario de este idioma.
Casi cien años después, Lóvago no
pasaban de ser cuatro o cinco chocitas junto al río que lleva su mismo nombre.
La población había emigrado más al Norte de la región, y los alrededores de
Lóvago estaban compuesto de inmensas haciendas de latifundistas llegados de
distintas partes del país, para repartirse esas tierras de nadie. Lo cierto es
que, a mediados del Siglo XX, en los tiempos en que se ejecutaban los caminos
de penetración a la Costa Atlántica, el caserío recibió una inyección de
habitantes.
Carretereños de diversas zonas
del país se instalaron en Lóvago, el pueblo adquirió otras proporciones y se
destinó que ahí fuera el punto de bifurcación para las carreteras que van hacia
San Carlos y la que va para la ciudad porteña de El Rama. Nada más propio,
edificaron ahí talleres para la compostura de las máquinas, fábrica de
adoquines y fue hasta el punto ideal, para dinamitar piedras que les
proporcionaba a su vez el piedrín, material valiosísimo para las carreteras.
De tanta dinamita explotar, un
día de tantos, un borbollón de agua brotó del suelo, creando una posa, casi
laguna de aguas azuladas. Posa la bruja, le llaman.
Han pasado más de setenta años
desde aquel florecimiento económico y social de Lóvago, solo quedan ruinas de
lo que fue la pedrera, un gran árbol creció del medio de un molino de piedras y
una inmensa estepa verde de árboles jóvenes ha vuelto a crecer de la endurecida
capa de piedrín.
Rivaldo Morales y Gabriela McCoy,
nietos de aquellos migrantes venidos de distintas partes del país, salieron a
despejar sus mentes del stress de la vida. La bruja, después de la descomunal
cantidad de agua provocada por los huracanes de fines de 2020, se encontraba
desbordada, pero conservaba aquel color peculiar de sus aguas.
Rivaldo y Gabriela, habían
montado sus respectivas cañas de pescar y todo lo necesario para este hobby de
Rivaldo, Gabriela había aceptado la invitación, no por pescar, sino por el
recorrido en piragua. Asumía que era navegante de algún barco de gran envergadura
en las profundidades de algún mar.
A medida que navegaban en la
canoa, buscando lugar ideal para pescar, Gabriela observaba la nueva vegetación
de la antigua pedrera. Por su mente pasaban anécdotas de sus padres y abuelos
de cuando todo eso funcionaba. Mientras Rivaldo caballeroso como siempre,
preparaba las condiciones para que Gabriela lanzara el anzuelo de su caña de pescar.
Cuando estuvo lista, se la entregó en sus manos para que empezara la acción.
Ella agradeció el gesto.
Mientras esperaban que algún
distraído pez callera en el anzuelo, Gabriela irrumpió en el silencio y dijo a
Rivaldo: perdóname por lo ingrata que he sido contigo todo este tiempo. Desde
hacía mucho que no dejábamos un tiempo para los dos. El trabajo nos está
consumiendo. Pero tú sabes que siempre sos mi prioridad. Rivaldo arrugó el
entrecejo - como extrañado de las aseveraciones de su mujer – y luego asintió
con su cabeza.
Por fin Rivaldo habló: Hay que
cerrar esos ciclos y círculos viciosos que nos destruyen lentamente, que nos
distancia cada día más. Me hiciste falta la noche buena y la noche de fin de
año, pasé solo en la mesa. Su melancólica perorata la interrumpió el anzuelo de
Gabriela que de momento se había tensado y corrido en dirección opuesta a la
piragua. La desantojada Gabriela que ni por deporte pescaba, inauguro la
cosecha de ese día.
Aquella tarde se pasaron
devanando los sesos recordando sus mutuas faltas a su endeble amor. Había caído
la noche, por lo que atracaron la piragua del otro lado de la posa. Prendieron
una fogata y decidieron acampar en aquel lugar junto a la piragua. El suelo
arenoso se pegaba a sus mojados cuerpos, que ya empezaban a calentarse por la
fogata que portentosamente encendió Rivaldo.
Se acostaron sobre sus espaldas a
contemplar el cielo estrellado y despejado, cuya luna llena aparecía rasante
por encima de las aguas. Se besaron
quedamente y Rivaldo le musitó al oído: ¡Ya estoy cansado! ¿Cansado de mí? – le
preguntó ella alzando la voz. ¡Si, ya estoy agotado de todo, Gabriela, de todo!
– repuso terminantemente él.
Gabriela levantándose
estrepitosamente se soltó de los brazos de Rivaldo, echó sus pertenencias a la
canoa, mientras él le suplicaba que se dejara ayudar a soltar las amarras para
que cruzara La bruja. Ella respondió:
¡Cállate y no me busques!
Rivaldo quedó tendido sobre la
arena, contemplando la plateada luna y las miles de estrellas.
Bryan Dávila
Muy bueno hermano ....Luna llena es el seudónimo de una persona genial en mi vida...
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