MEDITACIONES A LAS ORILLAS DEL LAGO

II MOMENTO




 

El cielo gris se confunde con el lago,

el paisaje que despierta mi mirada,

diviso las costas de Tipitapa al Este,

y al Oeste, majestuoso, el Momotombo.

 

El viento sopla con tenue brisa,

 de pronto se convierte en aguacero,

en este lugar que es mi refugio,

busco inspiración en el Maestro Rubén.

 

Como barco a la deriva me siento,

maldiciendo al viento que arrebata,

una página suelta sobre la mesa,

desvaneciéndose en un instante.

 

Intento escribir sobre Historia de los siglos de Víctor Hugo,

pero mi mente me lleva a estos tres años (o seis),

que para mí han sido como eternidades,

pensando en ella, en su futuro.

 

Víctor Hugo, Rubén, ella y yo,

asombrados ante el coloso Momotombo,

con su cono perfecto que duerme,

a orillas del inmenso Lago de Managua.

 

Quizás nuestros hijos y nietos,

también pensarán en el Momotombo,

en este siglo y en los venideros,

como un símbolo de historia y grandeza.

 

Solo queda el viento invernal,

que trae consigo un vaso errante,

lo veo pasar frente a mí,

rodando sin cesar hacia la lejanía.

 

Como ese vaso, me siento a la deriva,

empujado sin tregua por la vida y el tiempo,

sin saber de dónde vengo ni a dónde voy,

rodo y rodo, pasando por la vida solo.

 

Recuerdo el camino recorrido con ella,

durante estos últimos tres años,

hasta la trágica bifurcación en junio,

donde nuestras sendas se separaron.

 

El canto gris de Mercurio en este mes,

se mezcla con mis lágrimas y mi dolor,

borro lo escrito y escribo una vez más,

como vaso a la deriva, sin rumbo fijo.

 

En este paisaje de cielo y lago gris,

busco consuelo en la meditación,

en la historia que el viento me cuenta,

y en el recuerdo del Maestro Rubén.

 

Que el Momotombo me guíe en este viaje,

y que encuentre en mi deriva,

un nuevo rumbo, una nueva existencia.


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